jueves, 11 de septiembre de 2014

La nueva alumna de clase

Recuerdo que aquella tarde,  como ya se había hecho costumbre, me había quedado después de clases a estudiar y repasar las materias sentado en una de las escaleras que conducían al 4to piso de la escuela. No me gustaba, pero tenía que hacerlo pues no quería volver a reprobar otro año. Eso era un asunto serio, un año más que reprobara y mis padres seguramente iban a tener que buscarme otra escuela. Bueno, estaba intentando hacer que la enredada materia de los libros entrara en mi cabeza cuando de pronto la vi a ella, una chica delgada y pálida que apareció caminando justo frente a mí en el pasillo. Nos miramos fijamente el uno al otro, parecía algo extraviada, me miró confundida por algunos segundos y luego como si algo malo ocurriera… siguió su camino con urgencia y en silencio.
Algo había en ella, no sé, no pude explicármelo en aquel primer encuentro… pero ella tenía algo, ese algo especial que me decía que podíamos entablar comunicación y una linda amistad. Grande fue mi sorpresa al día siguiente cuando la vi en el aula, era la alumna nueva de nuestra clase y se sentó delante de mí, a unos cuatro puestos de distancia. Nunca me integré mucho en el curso, ya me había acostumbrado a sentarme siempre atrás de los últimos y a no hablar mucho con mis compañeros… algo bastante común para un alumno repitente como yo. Varias veces estando en plena clase recuerdo haber levantado la vista y sorprender a la chica nueva mirándome de reojo, luego ella desviaba su mirada hacia adelante con cierto nerviosismo. Era una chica bastante extraña… casi tan silenciosa como yo y eso no me gustaba, no lo sé… me inquietaba.
Pasaron los días y me la topé de nuevo en aquel pasillo solitario de la escuela, ella venía bajando del cuarto piso, aquel piso maldito al cual nunca quise ir, me daba mala espina… no lo sé, es raro, pero ese piso me asustaba y yo siempre me sentaba en la escalera a estudiar, pero jamás subí al piso superior. Aquel encuentro fue fortuito e inesperado, ella venía bajando apresurada y se topó conmigo en las escaleras… asustada por quien sabe qué cosa se detuvo y luego me ofreció una amable sonrisa…  yo solo le devolví el gesto. Cuando bajó las escaleras y pasó junto a mí quise ser cordial y le dirigí unas palabras.
-Hola… ¿cómo te llamas?- pregunté.
-Ahmm… debo… debo irme.- me dijo secamente y se fue casi corriendo.
En ese momento su raro y extraño comportamiento ya me había cansado. Quise sacarla de mi cabeza y traté de ocuparme de otros asuntos, pero por alguna estúpida razón ella se robaba mis pensamientos. ¿Porqué actuaba tan raro?, ¿Porqué gustaba de ir al cuarto piso de la escuela?, ¿porqué a veces en la sala de clases me miraba de reojo? Fueron todas preguntas sin respuesta. En casa yo no tenía una muy buena relación con mis padres debido a mis bajas calificaciones, así que no tenía con quien hablar de ella ni en casa ni en la escuela.
Ella me evitaba, lo podía sentir con el correr de los días y eso duró hasta que una buena tarde me le planté frente a frente. La agarré del brazo y ella se asustó mucho… casi temblaba, yo solo sonreí, en verdad quería ser su amigo.
-Hey, tranquila…- le dije.- Solo quiero ser tu amigo, mi nombre es Gabriel ¿tú como te llamas?
-…
-Vamos…- insistí amablemente.
-Me llamo Beatriz…- contestó con una voz temblorosa.- no debemos estar hablando…. No debemos… no debemos…
-¿Porqué no?
-Porque… ¡porque soy rara!, soy muy rara…. No soy como el común de los chicos.- exclamó de pronto con desesperación.
-Eso ya lo sé…- le dije sonriendo.- eres una chica muy extraña y mira que yo también lo soy… no hablo con nadie, ni siquiera en casa, estoy tratando de mejorar mis calificaciones, pero casi no entiendo la materia… ¿ves?, soy un friki.
-No lo entiendes… ¿verdad?, no lo sabes….
-¿Saber qué?- pregunté confundido.
-Soy rara porque…. Puedo ver y hablar con las apariciones, Gabriel… ¿entiendes?… tú,… tú estás muerto…. ¡muerto!
-¿De que estás hablando…?- pregunté sintiendo un fuerte y duro golpe de confusión impactando en mi pecho.
-Gabriel, por favor, date cuenta de eso pronto… la materia, esa materia que está en los cuadernos no la entiendes ni siquiera la puedes leer ¿verdad?
Me quedé de una pieza, no podía recordar ya nada, me sentí mareado y confundido… no podía entenderlo.
-¡No puedes leerla!- insistió desesperada.- crees que estás reprobando año tras año, pero no es así, tan solo estás viviendo tu último año de vida en la escuela una y otra vez… tus compañeros de clases avanzan y tú te quedas estancado en la clase donde moriste. Nadie te habla porque nadie te puede ver, ni siquiera en tu casa….
-Cállate…- le dije sintiéndome muy mal, apenas podía sostenerme en pie.
-Gabriel… no te gusta ir al cuarto piso ¿verdad?, le temes… ahí fue donde moriste…. Estabas corriendo en el pasillo del quinto piso y te empujaron por las escaleras, te rompiste el cuello y caíste muerto en el cuarto piso…. Por eso no vas allá… ¡recuérdalo!
-Yo… no…- balbuceé, pero fue inútil. La revelación me dejó mudo y preso por el resto de la tarde. Beatriz me dejó solo y la vi durante los siguientes días, pero nunca más hablamos. Es raro como se fue dando todo, la vi crecer hasta que finalmente se graduó, pero nunca más volvimos a hablar. Cada vez llega gente nueva a la escuela y yo solamente deambulo por los pasillos…
Ayer fui al cuarto piso y pude revivir mi muerte una vez más… era cierto, allí estaba yo, tendido en el suelo con mi cuello roto…
fue hace tanto tiempo ya…
Mi muerte ocurrió en agosto del… no, fue en octubre…  fue el 16 de octubre de 1994.

Slender Man "El Hombre misterioso"



El "Slender Man" (el hombre delgado) es un personaje que supuestamente fue creado en el foro Something Awful y se le describe como una especie de hombre muy esbelto, vestido siempre con traje, al estilo de los "hombres de negro" o los agentes de Matrix. Puede estirar sus brazos y cuerpo hasta límites extraordinarios, e incluso crear tentáculos, todo esto lo usa para asustar y capturar a su víctima, la cual supuestamente queda en un estado hipnótico. No se sabe como este ser elimina a sus víctimas, ya que no hay cuerpos ni pruebas, solamente desaparecen. Además, prefiere secuestrar a los niños, solamente puede ser visto por ellos, y no por los adultos. Estos son supuestos grabados del siglo XV el 1º y del siglo XVII el 2º en que se aprecia una criatura similar a Slenderman. El primero se titula "El caballero" y muestra a un ser enfrentando a un caballero. El ser usa sus brazos como lanzas.



El segundo muestra a un niño siendo arrebatado a sus padres por un ser similar al de arriba, con múltiples brazos, con forma de esqueleto.



Cabe destacar 3 puntos:

1. El rostro de ambos seres es igual, por lo podemos deducir que sería "el mismo autor", obviamente desconocido.
2. En ambos dibujos hay un reloj de arena en el piso. Sabemos que el reloj es un símbolo de la muerte "La Muerte" en el tarot....
3. No hay autor confiable ni fuente que nos pueda decir su procedencia.



Esta foto en particular tiene una historia detrás: "Una de las dos fotografías recuperadas del incendio de la biblioteca de Stirling City. Notable por ser tomada el mismo día que catorce niños desaparecieron por lo que se refiere como Slender Man. Las deformidades en el ser son nombradas defectos de la película por los oficiales. El incendio en la biblioteca ocurrió una semana después. Fotografía actual confiscada como evidencia, Fotógrafo: Mary Thomas. Desaparecida desde el 13 de Junio de 1986." No hay mas información de esta foto, aparte de que fue en una escuela en 1973, el incendio ocurrió por causas desconocidas.



El delgado aparece en la oscuridad, y siempre asomándose por áreas boscosas y ríos cercanos. Se ha reportado que gusta de asomarse a ventanas abiertas, y que tiende a caminar frente a motoristas solitarios en caminos desolados. El Slender Man ha (o han) aparecido en todos lados, desde Japón, Noruega y América, por nombrar algunos.



"No quisimos ir, no quisimos matarlos, pero el persistente silencio y los brazos alargados nos horrorizaban y nos reconfortaban al mismo tiempo..."

-1983, Fotógrafo desconocido, se presume muerto.

También hay otras fotografías, en blanco y negro algunas, incluso dibujos de niños que han soñado con él.

Y por último, hay una serie de videos "Marble Hornets", que relatan una serie de encuentros con este personaje. Es el amigo del narrador (Jay) quien sube los videos a YouTube. Alex estaba haciendo una película que se iba a llamar Marble Hornets, y empieza a ponerse un poco neurótico, paranoico y a comportarse de manera extraña. Empieza a grabar absolutamente todo lo que hace, sea parte de la película o no.



Al final Alex dejó la película sin terminar, pasa algún tiempo y Jay le pregunta por las cintas con lo que había grabado y Alex dice que las va a quemar. Jay se las pide y aunque le cuesta convencerlo, Alex le da las cintas a Jay y le dice que por favor nunca se las devuelva ni le hable de las cintas y que no le comente a nadie sobre lo que vea. Después de eso, Alex se va de la ciudad y no se sabe más de él. Jay empieza a ver los videos para tratar de averiguar qué pasó con Alex, y empieza a subir a YouTube cualquier cosa que le parezca relevante.

Hora de Dormir

Se supone que la hora de dormir debe ser un momento feliz para un niño cansado, pero para mí era una experiencia aterradora. Mientras algunos niños pueden quejarse por ser enviados a la cama antes de que hayan terminado de ver una película o jugar su videojuego favorito; cuando yo era un niño, la noche era algo que me causaba verdadero terror. En algún lugar de mi mente, lo sigue siendo.
Como alguien que ha sido instruido en las ciencias, no puedo demostrar que lo que me pasó fue objetivamente real, pero puedo jurar que lo que experimenté fue terror genuino. Un miedo que en mi vida, me alegro de decir, nunca ha sido igualado. Voy a relatarles todo lo mejor que pueda; tómenlo como quieran. Yo estaré contento con sólo sacarlo de mi pecho.
No puedo recordar exactamente cuándo inició, pero mis problemas para conciliar el sueño parecían relacionarse con el hecho de haber sido trasladado a un dormitorio propio. En ese entonces tenía ocho años de edad y hasta ese momento había compartido una habitación con mi hermano mayor. Como es perfectamente comprensible para un niño cinco años mayor que yo, mi hermano finalmente pidió una habitación para él solo y, como resultado, se me entregó un cuarto en la parte trasera de la casa.
Era una habitación pequeña, estrecha, y sin embargo extrañamente alargada, lo suficiente como para alojar una cama y un par de muebles, pero no mucho más. Realmente no podía quejarme; incluso a esa edad, comprendía que no teníamos una casa grande y no tenía ningún motivo válido para estar decepcionado, puesto que mi familia era tanto amorosa como protectora. Fue una infancia feliz…  durante el día.
Una ventana solitaria daba a nuestro jardín trasero, nada fuera de lo común, pero incluso durante el día, la luz que se colaba en esa habitación parecía casi vacilante.
Mientras que mi hermano recibió una nueva cama, a mí me dieron la litera que solíamos compartir. Aunque me sentía mal por tener que dormir a solas, estaba emocionado ante la idea de poder dormir en la cama de arriba, lo cual me parecía algo realmente audaz.
Desde la primera noche, recuerdo una extraña sensación de malestar abriéndose paso desde lo más profundo de mi mente. Me tumbé en la cama de arriba, observando mis figuras de acción y mis coches regados sobre la alfombra azul. Mientras se desarrollaban batallas y aventuras imaginarias entre los juguetes del piso, no podía evitar sentir que mis ojos estaban siendo lentamente arrastrados hacia la litera de abajo, como si algo se moviera en el rabillo del ojo. Algo que no quería ser visto.
La cama estaba vacía, hecha impecablemente con una manta azul oscuro que cubría parcialmente dos almohadas blancas algo flácidas. No reflexioné más sobre ello en aquel momento, era un niño, y el ruido de la televisión de mis padres deslizándose por debajo de mi puerta me envolvía en una cálida sensación de seguridad y bienestar.
Me quedé dormido.
Cuando te despiertas de un sueño profundo porque escuchas que algo se mueve o se agita, te puede tomar unos segundos el darte cuenta de lo que está sucediendo realmente. El velo del sueño se cierne sobre tus ojos y oídos, incluso cuando estás lúcido.
Algo se movía, no había ninguna duda al respecto.
Al principio no estaba seguro de lo que era. Todo estaba oscuro, casi completamente negro, pero entraba suficiente luz desde afuera como para distinguir los contornos del estrecho y sofocante cuarto. Dos pensamientos aparecieron en mi mente simultáneamente. El primero era que mis padres seguían en la cama, porque el resto de la casa estaba a oscuras y en silencio. El segundo pensamiento se concentró en el ruido. El ruido que obviamente me había despertado.
Mientras las últimas telarañas del sueño se desvanecían de mi mente, el ruido tomó una forma más familiar. A veces el más simple de los sonidos puede ser el más desconcertante: una brisa fría meciendo un árbol, los pasos de un vecino incómodamente cerca, o en este caso, el simple sonido de sábanas revolviéndose en la oscuridad.
Eso era, sábanas revolviéndose en la oscuridad como si un durmiente perturbado estuviera tratando de ponerse cómodo en la cama de abajo. Me quedé inmóvil, reteniendo el pensamiento de que el ruido era o mi imaginación, o tal vez sólo mi gato buscando en donde pasar la noche. Fue entonces cuando noté la puerta, cerrada como lo había estado antes de que me quedase dormido.
Quizá mi madre había venido a verme y el gato se había escabullido en mi habitación.
Sí, eso debió de haber sido. Me volví hacia la pared, cerrando los ojos con la vana esperanza de que pudiera volver a dormirme. Mientras conciliaba el sueño, el movimiento de debajo de mí cesó. Pensé que había espantado a mi gato, pero pronto me di cuenta de que el visitante en la cama de abajo era menos mundano que mi mascota tratando de dormir y mucho más siniestro.
Como si hubiera sido molestado, descontento por mi presencia, el durmiente perturbado comenzó a revolverse y girar violentamente, como un niño haciendo un berrinche en su cama. Podía oír las sábanas torcerse y girar con una ferocidad cada vez mayor. El miedo se apoderó de mí entonces, no en la misma manera sutil en que lo había experimentado un momento antes, sino que ahora era potente y sobrecogedor. Mi corazón se aceleró y mis ojos se dilataron, escudriñando la oscuridad, casi impenetrable.
Dejé escapar un grito.
Como la mayoría de los niños hacen, instintivamente llamé a mi madre. Podía escuchar pisadas desde el otro lado de la casa, pero en cuanto di un suspiro de alivio porque mis padres venían a salvarme, la litera de repente empezó a temblar violentamente como si estuviera siendo sacudida por un terremoto, chocando repetidamente contra la pared. No me atreví a saltar de la cama por temor de que la cosa de abajo se me acercara y me atrapara, llevándome hacia la oscuridad, así que me quedé allí, con los nudillos blancos atrayendo las sábanas hacia mí como un manto de protección. La espera me pareció una eternidad.
La puerta finalmente -y gracias a Dios- se abrió de golpe, dejándome inmóvil bajo la luz, mientras que la litera de abajo, el lugar de descanso de mi visitante no deseado, permanecía vacío y silencioso.
Yo lloraba y mi madre me consolaba. Lágrimas de miedo y luego de alivio corrían por mi cara. Sin embargo, a pesar de todo el horror, no le dije por qué estaba tan asustado. No puedo explicarlo, pero era como si supiera que lo que sea que hubiera estado en esa cama volvería al hablar de ello, o al pronunciar una sola sílaba acerca de su existencia. Si eso era así en verdad, no lo sé, pero cuando era niño sentí como si esa amenaza invisible se mantuviera cerca, escuchando.
Mi madre se acostó en la cama vacía, prometiéndome que estaría allí hasta la mañana. Eventualmente mi ansiedad se calmó, el cansancio me obligó a dormir de nuevo; pero permanecí inquieto, despertando continuamente con el sonido de sábanas revolviéndose.
Recuerdo que al día siguiente quería ir a cualquier parte, estar en cualquier parte, excepto en aquella habitación estrecha y sofocante. Era sábado y pasé la tarde jugando afuera muy contento con mis amigos. Aunque nuestra casa no era grande, tuvimos la suerte de tener un extenso jardín en la parte posterior. Jugábamos allí a menudo, pues gran parte se había dejado crecer y podíamos ocultarnos en los arbustos, escalar el enorme árbol de sicomoro que sobresalía por encima de todo, y fácilmente imaginar que estábamos en una aventura fantástica, en alguna tierra exótica salvaje.
Aunque todo era muy divertido, ocasionalmente dirigía mi mirada a esa pequeña ventana; ordinaria, delgada, inocua. En el exterior, el exuberante entorno verde de nuestro jardín acompañado de las caras sonrientes de mis amigos no pudo extinguir la sensación que recorría mi espina dorsal. La sensación de que había algo en esa habitación observándome jugar, esperando la noche cuando estuviera solo, entusiasmadamente lleno de odio.
Puede sonarles extraño, pero cuando mis padres me dejaron solo de nuevo en esa habitación por la noche, no dije nada. No protesté, ni siquiera inventé una excusa de por qué no podía dormir allí. Simplemente entré en la habitación disgustado, subí los pocos escalones hacia la cama de arriba y luego esperé. Ahora que soy adulto estoy contando a todos acerca de mi experiencia, pero incluso a esa edad me sentía casi tonto de hablar de algo para lo que en realidad no tenía evidencias. Estaría mintiendo, sin embargo, si digo que esa fue la razón principal; todavía sentía que esa cosa se enfurecería con que siquiera hablara de ello.
Es curioso cómo ciertas palabras pueden permanecer ocultas de tu mente, sin importar cuán flagrantes o evidentes sean. Una palabra me llegó esa segunda noche, cuando estaba acostado en la oscuridad solo, asustado, consciente del cambio en el ambiente; un engrosamiento del aire, como si algo más lo hubiera desplazado. Al escuchar los primeros movimientos ocasionales de la ropa de cama de abajo: el primer incremento ansioso en mi ritmo cardiaco. Esa palabra, una palabra que había enviado al exilio, se filtró a través de mi conciencia, liberándose de toda represión y tallándose a sí misma en mi mente.
«Fantasma».
En cuanto ese pensamiento vino a mí, me di cuenta de que mi visitante no deseado había dejado de moverse. Las sábanas de la cama yacían tranquilas y quietas; pero habían sido reemplazadas por algo mucho más aterrador. Una lenta, rítmica y áspera respiración escapaba de la cosa de abajo. Me podía imaginar su pecho subiendo y bajando con cada respiración sórdida, sibilante y confusa. Me estremecí, y deseé, más allá de toda esperanza, que se fuera sin incidentes.
Entonces algo inconfundiblemente escalofriante sucedió: se movió. Se movió de una manera diferente que la de antes. Cuando se agitaba en la cama parecía inmotivado, descontrolado, casi animal. Este movimiento, sin embargo, fue impulsado por la conciencia, con propósito, con un objetivo en mente. Pues esa cosa que yacía en la oscuridad, esa cosa que parecía estar decidida a aterrorizar a un niño, tranquilamente y con indiferencia, se sentó. Su dificultosa respiración se había vuelto más ruidosa ahora que sólo un colchón y unas cuantas tablillas delgadas de madera separaban mi cuerpo de ello.
Me quedé inmóvil, mis ojos se llenaron de lágrimas. Un miedo que las meras palabras no pueden expresar ni a ustedes ni a nadie corría por mis venas. Me imaginé cómo luciría esa cosa sentada ahí, escuchando desde debajo de mi colchón, esperando obtener la más mínima señal de que estaba despierto. La imaginación entonces se convirtió en una realidad desconcertante. Comenzó a tocar las tablillas de madera sobre las que mi colchón se sostenía. Parecía que las tocaba con cuidado, llevando lo que me imaginaba que eran dedos y manos a lo largo de la superficie de la madera.
Luego, con mucha fuerza, hizo presión entre dos tablillas, en el colchón. Incluso a través del relleno, se sintió como si alguien me hubiera metido violentamente sus dedos en mi costado. Dejé escapar un alarido, y la sibilante y temblorosa cosa en la cama de abajo respondió a ello haciendo vibrar la litera, como lo había hecho la noche anterior.
Una vez más fui bañado en luz, y allí estaba mi madre, amorosa, preocupándose por mí como siempre lo hacía, con un abrazo reconfortante y palabras tranquilizadoras que eventualmente atenuaron mi histeria. Por supuesto, ella me preguntó qué era lo que me pasaba, pero no pude decirle, no me atreví a decirle. Simplemente dije una palabra una y otra y otra vez.
«Pesadilla».
Este patrón de acontecimientos continuó durante semanas, quizá meses. Noche tras noche me despertaba con el sonido de las sábanas revolviéndose. Gritaba cada vez, para no darle a esa abominación tiempo para tocarme y «sentirme». Con cada grito la cama se sacudía violentamente, deteniéndose con la llegada de mi madre, quien pasaría el resto de la noche en la cama de abajo, aparentemente ignorante de la fuerza siniestra que torturaba a su hijo por las noches.
En varias ocasiones me las arreglé para fingir estar enfermo y pensé en otras razones no-del-todo-ciertas para dormir en la cama de mis padres, pero la mayoría de las veces estaba solo en ese lugar durante las primeras horas de cada noche.
Con el tiempo puedes desensibilizarte hacia casi cualquier cosa, sin importa cuán terrible sea. Me había llegado a dar cuenta de que, por la razón que fuera, esa cosa no podía hacerme daño cuando mi madre estaba presente. Estoy seguro de que lo mismo se aplicaría con mi padre, pero por más amoroso que él fuera, despertarlo de su sueño era casi imposible.
Después de unos meses me había acostumbrado a mi visitante nocturno. No confundan esto con una amistad sobrenatural, yo detestaba la cosa. Aún le temía sobremanera, ya que casi podía sentir sus deseos y su personalidad, si se le puede llamar así; una personalidad llena de un odio perverso y retorcido que me anhelaba, tal vez sobre todas las cosas.

Mis mayores temores se hicieron patentes una vez más durante el invierno. Los días eran cortos, y las noches más largas proveían a ese desgraciado de más oportunidades. Fue un tiempo difícil para mi familia. Mi abuela, una mujer maravillosamente amable y gentil, se había deteriorado gravemente desde la muerte de mi abuelo. Mi madre estaba haciendo todo lo posible para mantenerla en el vecindario, pero la demencia es una enfermedad degenerativa y cruel, que despoja a la persona de sus recuerdos día con día. Pronto ella dejó de reconocernos, y quedó claro que tendría que ser trasladada de su casa a un asilo de ancianos.
Antes de que pudiéramos moverla, mi abuela tuvo unas noches particularmente difíciles y mi madre decidió que se quedaría con ella. Por mucho que amaba a mi abuela y no sentía más que angustia por su enfermedad, hasta el día de hoy me siento culpable de que mis primeros pensamientos no fueran sobre ella, sino de lo que mi visitante nocturno me podría hacer en caso de que se percatara de la ausencia de mi madre; su presencia seguía siendo lo único que estaba seguro me protegía de todo el horror que esa cosa podría llegar a hacerme sentir.
Llegué apresurado a mi casa después de la escuela ese día, y de inmediato quité las sábanas y el colchón de la cama de abajo, colocando sobre las tablillas un viejo escritorio, una cajonera y algunas sillas. Le dije a mi padre que estaba «haciendo una oficina», lo que encontró adorable, pero ni en broma le daría a esa cosa un lugar para dormir por otra noche más.
Cuando la oscuridad se acercaba, no sabía qué hacer. Mi único impulso fue el de recoger del joyero de mi mamá un crucifijo pequeño que había visto antes allí. Aunque mi familia no era muy religiosa, a esa edad yo todavía creía en Dios y tenía la esperanza de que de alguna manera eso me protegería. A pesar de mi miedo y ansiedad, mientras apretaba el crucifijo bajo mi almohada con una mano, el sueño eventualmente llegó. Esperé despertarme por la mañana sin mayor incidencia; desafortunadamente, esa noche fue la más terrorífica de todas.
Me desperté gradualmente. La habitación estaba una vez más a oscuras. Mientras mis ojos se acostumbraban, empecé a distinguir poco a poco la ventana y la puerta, las paredes, algunos juguetes en un estante e… incluso hasta el día de hoy me estremezco al pensar en ello, pues no había ningún ruido. Ninguna agitación de las sábanas. Ningún movimiento en absoluto. La habitación se sentía sin vida. Sin vida, mas no vacía.
Mi visitante nocturno, esa desagradable y sibilante cosa llena de odio que me había aterrorizado noche tras noche, no estaba en la cama de abajo, ¡estaba en mi cama! Abrí la boca para gritar, pero no emití sonido alguno. El terror absoluto había suprimido el sonido de mi voz. Me quedé inmóvil; si no podía gritar, no quería hacerle saber que estaba despierto.
Hasta ese momento no lo había visto, sólo podía sentirlo. Se ocultaba bajo mi sábana. Podía ver su contorno, y podía sentir su presencia, pero no me atreví a mirar. Su peso recaía sobre mí, una sensación que nunca olvidaré. Cuando digo que las horas pasaron, no exagero. Acostado allí inmóvil, en la oscuridad, horrorizado.
El miedo a veces puede desgastarte, hacerte un manojo de nervios, dejando sólo el más mínimo rastro tras de ti. ¡Tenía que salir de esa cama! Entonces lo recordé, el crucifijo. Mi mano todavía estaba debajo de la almohada, pero no tenía nada. Lentamente tanteé alrededor para encontrarlo, minimizando lo mejor que pude el sonido y las vibraciones que causaba, pero no lo pude encontrar. O lo había tirado de la cama, o… ni siquiera podía concebirlo: lo habían tomado de mi mano.
Sin el crucifijo perdí toda noción de esperanza. Incluso a una edad tan joven, puedes estar bastante consciente de lo que es la muerte, e intensamente asustado de ella. Sabía que iba a morir en esa cama si me quedaba allí, pasivo, expectante, sin hacer nada. Tenía que salir del cuarto, pero ¿cómo? ¿Debía saltar de la cama y esperar que llegara a la puerta a salvo?, ¿y qué tal si era más rápido que yo? ¿O debería arrastrarme lentamente fuera de la cama, esperando no despertar a mi compañero de litera?
Al darme cuenta de que no hizo nada cuando me moví tratando de encontrar el crucifijo, empecé a tener las ideas más extrañas. ¿Y si estaba dormido?
Ni siquiera había respirado desde que me desperté. Tal vez estaba descansando, creyendo que finalmente me poseía. Que finalmente estaba en sus garras. O quizá estaba jugando conmigo, después de todo eso es exactamente lo que había hecho por incontables noches, y ahora que estaba debajo de él, apretado contra mi colchón sin una madre que me protegiera, tal vez sólo lo estuviera posponiendo, saboreando su victoria hasta el último momento posible. Como un animal salvaje saboreando su presa.
Traté de respirar tan superficialmente como me fue posible, y reuniendo cada gramo de coraje que pude, comencé a levantar la sábana con la mano derecha. Lo que encontré bajo esas cubiertas casi detuvo mi corazón. No lo vi, pero en cuando mi mano movía la sábana, rozó algo. Algo suave y frío. Algo que sin lugar a dudas se sentía como una mano delgada. Contuve la respiración, asustado, pues ahora estaba seguro de que sabía que estaba despierto. Nada.
No se movía, parecía… muerto. Tras unos momentos llevé la mano un poco más adentro de la sábana y sentí un antebrazo delgado y mal formado; mi confianza y curiosidad casi mórbida creció en tanto me movía hacia un bíceps desproporcionadamente grande. El brazo estaba estirado, acostado sobre mi pecho, con la mano apoyada en mi hombro izquierdo, como si me hubiera agarrado mientras dormía. Entendí que tendría que mover ese apéndice cadavérico si quería escapar de sus garras.
Por alguna razón, la sensación en el hombro de mi ropa siendo arrugada por ese invasor de la noche me detuvo en seco. El miedo una vez más se acumuló en mi estómago y en mi pecho, mientras retiraba mi mano con disgusto por el tacto de cabello desarreglado y grasoso. No me atrevía a tocar su cara, pero hasta el día de hoy me pregunto cómo se habría sentido.
Dios santo, se movió.
Se movió. Fue sutil, pero su agarre en mi hombro y a lo largo de mi cuerpo se hizo más fuerte. No hubo lágrimas, pero juro por Dios que quería llorar. Mientras su mano y su brazo se enrollaban alrededor de mí, mi pierna derecha tocó la pared que estaba contra la cama. De entre todo lo que me pasó en esa habitación, esto fue lo más extraño. Me di cuenta de que la rancia y sofocante cosa que obtenía gran placer de violar la cama de un niño, no estaba enteramente encima de mí. Estaba saliendo de la pared, como una araña cazando desde su guarida.
De pronto, su agarre pasó de un apretón leve a un estrujón repentino; me jaló y arañó mi ropa, como asustado de que su oportunidad pasara. Opuse resistencia, pero su brazo esquelético era demasiado fuerte para mí. Su cabeza se alzó, retorciéndose bajo la sábana. Ahora comprendía hacia dónde era que me estaba llevando, ¡a la pared! Luché por mi vida, lloré y de pronto mi voz había regresado, gritando, pero nadie vino.
Entonces supe por qué estaba tan ansioso, por qué tenía que poseerme en ese instante. A través de mi ventana, esa ventana que parecía representar tanta maldad desde afuera, nacía esperanza: los primeros rayos de sol. Seguí luchando, sabiendo que de poder aguantar un poco más, él se iría. Mientras luchaba por mi vida, el parásito sobrenatural cambió de táctica, acercándose poco a poco a mi pecho, con su cabeza ahora asomándose por debajo de las sábanas, sibilante, tosiendo, jadeando. No recuerdo sus facciones, simplemente recuerdo su aliento contra mi rostro, fétido y tan frío como el hielo. A medida que el sol apareció en el horizonte, ese lugar oscuro, ese cuarto asfixiante fue purificado, bañado por la luz solar. Me desmayé cuando sus dedos flacos rodearon mi cuello, sacando la vida de mi cuerpo.
Fui despertado por mi padre ofreciéndome desayuno, ¡una vista en efecto maravillosa! Había sobrevivido a la experiencia más horrible de mi vida hasta ese momento, y la más horrible hasta hoy. Despegué la cama de la pared, retirando asimismo los muebles que creí que harían desistir a esa cosa de tomar una cama. Poco sabía que intentaría tomar la mía… y a mí.
Nunca le conté a nadie esta historia. Hasta el día de hoy, aún me despierto cubierto en sudor frío al sonido de las sábanas revolviéndose, o un jadeo causado por un resfriado; y ciertamente nunca duermo con la cama contra la pared. Llámenlo superstición si quieren, pues como he dicho, no puedo descartar explicaciones convencionales, tales como parálisis del sueño, alucinaciones o una imaginación demasiado activa, pero puedo decir esto: al mes siguiente mis padres me dieron su habitación en el otro extremo de la casa y ellos tomaron ese alargado pero extrañamente sofocante lugar como su dormitorio. Me dijeron que no necesitaban una habitación espaciosa, sino sólo una lo suficientemente grande como para alojar una cama y algunas otras cosas.
Duraron diez días allí. Nos mudamos al onceavo.

¿Pokémon, causante de suicidio?

¿Realidad o misterio?

Nadie duda de la popularidad de las distintas versiones del videojuego japonés Pokémon, que es ya una marca reconocida a nivel internacional. Poco de peligroso podría notarse en un producto de este tipo, pero hay historias que indican lo contrario y aquí les comentamos.
En el verano de 1996, cuando salió al mercado la primera edición del videojuego, 104 niños de entre 7 y 12 años se suicidaron. Había un denominador común en todas las muertes: todos los chicos eran jugadores de Pokémon. ¿Misterioso, verdad?

Había otro punto en común: cada uno de los niños muertos había guardado la partida por última vez en Pueblo Lavanda, la sexta ciudad visitable de Kanto; el mismo sitio donde se ubica la Torre Pokémon, a donde van a parar todos los pokémons muertos, según el videojuego.

Una misteriosa tonadilla, una música peligrosa que solo puede ser captada en las versiones japonesas del Pokémon de Game Boy, es presumiblemente la responsable de las muertes por suicidio de los jugadores, todos menores de edad.

Se describe como una melodía triste y muy oscura, con picos de intensidad de tono que solo pueden ser audibles por adolescentes y niños. La música causa cefalea, insomnio, sangrado nasal y, en sus peores fases, depresión. Todos los niños que terminaron quitándose la vida oyeron cientos o miles de veces la misteriosa música.

La distribuidora del videojuego, Nintendo, cambió la canción en versiones posteriores de Pokémon, eliminando las melodías bitonales hasta que, más tarde, toda la música del Pueblo Lavanda fue modificada completamente.

Más allá de la leyenda de la "música maldita" del Pueblo Lavanda, de Pokémon, lo cierto es que el suicidio es muy común en Japón, donde se considera una preocupación gubernamental y social. De todas maneras, desde aquel centenar de suicidios infantiles, la música de Pokémon cambió y ya no se escucha en ninguna de las versiones la fatal tonada.
Todo queda enn la imagincion y propio juicio de uno mismo...


La Muerte de Mordecai "Un Show Más"

Yo trabajaba tranquilamente en los estudios de Cartoon Network, mi trabajo en el estudio es ver los capitulos de Un Show Mas antes de salir al aire, este show me recuerda a Ren y Stimpy, vi 6 capitulos y me daban risa, este show tiene un gran sentido de humor, pero ahora es peor. Un Dia, yo estaba revisando capitulos, y vi un disco de DVD, y tenia una etiqueta que dice "Regular Show Lost Episode Dead Mordecai don't play this DVD que en español significa (Un Show Mas Episodio Perdido Mordecai Muerto no reproduzcas este DVD) yo no le di importancia en ella y reproduci el DVD.

El Intro comienza con el mismo titulo de la serie "Regular Show", se vio el titulo de episodio pero con palabras hechas de color rojo sangre "DEAD MORDECAI". El Episodio comenzaba en blanco y negro con una calidad deformada y un poco de estatica, pensé que esta sucia y empolvada, estuve pensando limpiarla, pero no le di importancia y segui viendo el capitulo. Se ve a Rigby diciendo Mordecai esta es tu muerte, lo dice con una voz macabra y perturbador, Mordecai con cara de idiota dijo Que es la Muerte, también lo dice con una voz macabra, entonces Rigby dice La Muerte es esta, la pantalla muestra a Rigby con una pistola en la mano, pero que la serie esta prohibida las armas de fuego, pero segui viendo el capitulo, Mordecai dijo Rigby con una voz deformada, Rigby dijo una grosería que dice Muerete Hijo de Puta, Mordecai dijo No, la toma se pone negra y se escucha un balazo. La Imagen nos muestra el cadáver de Mordecai sangrando de los ojos con un brazo herido y hecha de sangre, había sangre en la panza de Mordecai, tenia una pierna arrancada y se escucha una música perturbadora. Se corta la imagen con una pantalla en negro en 4 segundos y despues se ve a Benson, Papaleta y Skips llorando, pero no era un sonido de llanto, era un sonido de murmullos y gritos, la pantalla empieza a mover locamente, había una imagen de una niña ensangrentada con un cuchillo en la mano y unas palabras de sangre que dice "Laughter is just Slaughter".

Volvio la imagen del episodio, se ve a Benson enojado que dice Rigby es tu culpa, con una voz mas perturbador, la pantalla se hace un enfoque a Rigby con cara de preocupado hace 10 segundos, después Rigby empieza a gritar, pero el grito esta llenos de puros gritos, la pantalla se pone estatica y mucha estatica. Se pone la pantalla negra y después se nos muestra la imagen de Mordecai y Rigby muertos, el cuerpo de Rigby esta muerta, su estomago esta llenas de balazos, y sus ojos y su boca empienzan a sangrarse, lo extraño es que la pierna de Mordecai no esta arrancada, se escucha mas murmullos que son mas perturbador, se ve otra vez la imagen de la niña, pero no tiene el cuchillo y abajo había un texto en sangre que dice "You're Next", y al final del programa sale Mordecai sin pupilas. Empiezan los créditos pero estaban callado, después sale el logo de Cartoon Network pero con un mal audio. El Capitulo era raro, salió al aire solo 1 vez, porque en las noticias dicen que murió 4 personas al ver ese capitulo, pero no me paso nada a mi, y lo pregunte que era esta niña, no puedo distinguir quien es, pero algún dia me olvidare de esa pesadilla.